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lunes, 12 de mayo de 2025

El futuro de las estaciones de servicio: entre la tradición y la transición energética

 



/ IBERIAN PRESS / Desde hace más de un siglo, el petróleo ha sido un recurso central en el desarrollo industrial y social. Aunque civilizaciones antiguas ya utilizaban este material para iluminar o impermeabilizar, fue en el siglo XIX cuando comenzaron a explorarse sus usos como combustible. La invención del motor de combustión interna transformó esa exploración en necesidad, dando origen a las primeras estaciones de servicio a principios del siglo XX.

En un principio, las gasolineras eran instalaciones básicas que ofrecían combustible a granel, en un contexto en que los automóviles eran un bien exclusivo. Con el tiempo, estas estaciones evolucionaron en paralelo al crecimiento del parque automotor. Se incorporaron sistemas automáticos de dispensación, servicios mecánicos y tiendas anexas, convirtiéndose en espacios multifuncionales que hoy forman parte del paisaje urbano y rural.

Una gasolinera en Tavernes de la Valldigna, Valencia, es un reflejo de cómo estos puntos de abastecimiento han adquirido un rol social. Estos espacios no solo proveen combustible, sino que también ofrecen servicios adicionales como cafeterías, tiendas y zonas de descanso. Su función se ha ampliado y hoy forman parte de la rutina diaria de muchas personas.

La evolución del combustible también ha sido clave en este proceso. La gasolina, el diésel y el gas licuado de petróleo (GLP) surgieron para atender las distintas exigencias de los motores. Mientras que la gasolina destaca por su eficiencia en vehículos ligeros, el diésel es preferido en el transporte pesado por su mayor rendimiento y durabilidad. “Esta diversificación ha impulsado a la industria automotriz a desarrollar una gama más amplia de vehículos”, comentan en Gasolinera Landete.

Actualmente, no son solo puntos de recarga, sino centros donde se pueden realizar múltiples tareas: lavar el coche, cambiar el aceite o hacer una compra rápida. “Esta transformación responde tanto a las demandas del consumidor como a la necesidad de mantener la competitividad del sector.

Sin embargo, la industria enfrenta un nuevo desafío: la transición energética. El debate entre los combustibles fósiles y las alternativas más limpias está sobre la mesa. A pesar de que los primeros han sostenido la economía global durante décadas, las nuevas opciones —como los biocombustibles, el hidrógeno o la electricidad— presentan ventajas ambientales y menor dependencia de recursos finitos.

El cambio no será inmediato. La infraestructura para vehículos eléctricos aún está en desarrollo y los costos de implementación siguen siendo altos. No obstante, la tendencia es clara: las regulaciones ambientales, la presión social y el avance tecnológico están impulsando un giro hacia fuentes más sostenibles.

En este escenario, las estaciones de servicio tendrán que seguir adaptándose. Su futuro dependerá de su capacidad para integrarse a esta nueva etapa energética. Es posible que en pocos años pasen a ser centros de recarga eléctrica, puntos de información ambiental o incluso espacios para la movilidad compartida.


El camino ya está en marcha. La evolución de estas infraestructuras refleja la transformación de la movilidad global y anticipa un modelo más eficiente y respetuoso con el entorno. Las estaciones de servicio, tal como las conocemos, están cambiando de forma, pero no de relevancia.




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